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Sócrates: El filósofo de la verdad (470 – 399 A.C.)

Por el Q:. H:. Luis Valente Verdín Ruiz

Sócrates nació en Atenas en el año 470 A.C. Hijo de Sofrinisco, artesano y escultor bien acomodado y Fenáretes que después de que el padre del filósofo muriera se dedicó al oficio de partera. Quizás por herencia Sócrates gozaba de una vida que le permitía vivir modestamente y sin preocupaciones. Pero después perdió todo en la guerra. Luchó como soldado y se dedicó a estudiar a Anaxágoras y otros filósofos anteriores.  

Los filósofos anteriores a Sócrates estuvieron dedicados a buscar los principios básicos del universo y no se habían preocupado del habitante del universo: El hombre. 

¿Quién es el hombre? ¿Qué es el bien y el mal? ¿Cómo debe portarse el hombre?

 Y no solo encontrar respuestas a éstas preguntas le preocupaba a Sócrates sino luchar contra una corriente de pseudo filosofía surgida en ese tiempo en Atenas junto con la democracia llamada “Los Sofistas” que eran Protágoras y Gorgias principalmente. Los sofistas trataban de hacer que los hombres hablaran bien, que dijeran bien las cosas aunque no dijeran la verdad. Trataban de convencer más que saber.

Frente a ellos Sócrates reclama: “ El decir bien la verdad”

El método utilizado por Sócrates para llegar a la verdad se conoce en filosofía como Mayéutica, o sea la pregunta. Sócrates salía a la calle a hacer preguntas directas a la gente sembrando en ellos la duda. A fuerza de razonar Sócrates enseñó a la gente a reflexionar sobre su vida a encontrar mediante el diálogo y debate crítico, la verdad de cada uno y a vivir de acuerdo a esa verdad.

“Conócete a ti mismo” decía la inscripción del templo de Delfos, y fue lo que Sócrates hizo y predicó toda su vida, para concluir con ésta otra frase “Solo sé que no se nada”

En cuanto a su idea de Dios Sócrates dijo: “Cuánto existe con una finalidad útil, debe ser el trabajo o efecto de una inteligencia” Y la moral no tiene nada que ver con la religión ni las leyes, la moral es asunto de cada quien y su conciencia” El hombre no necesita de Dios para portarse bien.

Sócrates no fundó ninguna escuela ni tampoco escribió nada que pudiésemos leer, su discípulo recogió las enseñanzas a la manera original, en diálogos: Los diálogos de Platón.

Detrás de un buen hombre ...

Antes de entrar a una casa en Grecia, había que vérselas con la señora de la casa, pero en el caso de Xantipa la esposa de Sócrates, la hospitalidad tenía que dejarse de lado y seguir el camino en busca de una mejor posada, la importancia que tuvo Xantipa en la vida del filósofo es radical. Mientras que le viejo refrán dicta que “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer” Xantipa se esforzó por que sucediera lo contrario. Para ella Sócrates no era sino el modelo perfecto de un vago, inútil, holgazán y otras cosas peores, que debía estar recluido en su casa, cumpliendo con sus labores propias de su sexo, y oficio que había aprendido de su padre. Nietszche dijo de esa situación lo siguiente: “Sócrates encontró una esposa tal y como lo necesitaba ... En verdad, Xantipa, lo hizo profundizar cada vez mas en su profesión singular. Sócrates, reflexionando sobre la vida con su mujer, vio el lado amable de la siguiente manera. Si era capaz de soportar y entender a una mujer como ella, entonces no sería nada complicado entenderse con los hombres que le rodeaban. 

Filosofía y Muerte de Sócrates

Sócrates no era ni fue nunca lo que la gente espero de él, la gente estaba hambrienta de respuestas. Les urgía saber quienes eran?, de donde venían? Y a donde iban?, pero no querían pensar, sino solo saber, sin ejercitar la mente, quizá por eso mismo Sócrates causaba malas impresiones, porque una vez que la discusión se hacía más ardiente, cuando la gente se despertaba y comenzaba a cuestionar, él se levantaba y se iba. Cuando alguien le hacía una pregunta esperando una respuesta escueta éste llanamente respondía, comprometiendo al inquisidor “Al principio pensaba en mi fuero interno que era más sabio que aquel hombre, porque ninguno de nosotros parece saber nada que sea bueno y justo, pero aquel que cree que sabe, y sin embargo no sabe más que yo, que no se nada, y tampoco creo saber, en esa forma parece que soy un poco más sabio que otros, ya que no pretendo saber lo que no sé” Sócrates no solo es célebre por sus mordaces frases, sino por la conducta a la que fue sometido. Los Atenienses una vez que se sintieron afectados en lo más íntimo de su orgullo al ser escudriñados por un sujeto extraño y que éste ventilara públicamente sus fallas, hurgaron la manera de acabar con la amenaza, se preguntaban a que podría conducirles tener a un hombre tan pernicioso que ponía en tela de juicio la estructura del estado, las costumbres sociales, la religión y más aún, cuando éste se estaba rodeando cada vez más de jóvenes ansiosos de conocer la verdad. Había que terminar con aquel ciudadano incómodo. Lo sometieron a un juicio, a un proceso y lo acusaron de ateísmo y de pervertimiento a la juventud.

Sócrates planteaba una cuestión capital para la filosofía: La pregunta, filosofar significa poner en tela de juicio y cuanto más filosófico sea un filósofo, tanto más radicales serán las preguntas. Y ni siquiera cuando estuvo ante el tribunal y a los que le acusaban se dio por vencido y afirmó osadamente, contrario a que se acusara de ateo lo siguiente: “Creo que a ustedes no les a tocado en suerte un bien mayor que el de mi servicio a los dioses, ya que lo que hago es recorrer la ciudad exhortando a los jóvenes como a los ancianos, de entre ustedes, para que se ocupen menos del dinero y del cuerpo para preocuparse un poco más del alma, con el fin de que se vuelvan  tan buenos como sea posible ... Si me matan, no les será nada fácil encontrar otro de ésta clase, que le fue dado a la ciudad precisamente por los dioses”. Así pues me parece que fue el Dios el que me mando a la ciudad como alguien que incesantemente trata de hacer despertar a todos y que los previene y regaña. Ya es de imaginarse lo que semejante alegato en defensa provocó en los jueces, y más aún cuando les propuso que en lugar de castigarlo, deberían honrarlo con alimento diario por parte del estado, la mayor distinción que podría proporcionar el estado Ateniense. Con ésta propuesta firmó su sentencia de muerte.

Y ni siquiera cuando estuvo frente a la muerte abandonó sus principios, pues el se guiaba por el demiurgo, (Dios interno), él así llamaba a su conciencia, quien intercedía ante los dioses para seguir filosofando. Sócrates, tuvo la oportunidad de escapar de el castigo, gracias a la ayuda de sus amigos, pero éste se rehusó. No sería correcto -declaró-, participar durante toda una vida de los bienes del estado y, cuando las cosas se ponen desagradables para uno, negarse a acatar las leyes.

“Cuando alguien se mantiene en una posición con el convencimiento de que eso es lo mejor creo yo que deberá perseverar en ella a pesar de todos los peligros, sin tomar en cuenta ni la muerte ni ninguna otra cosa que no sea su divinidad. Mi comportamiento sería paradójico, hombres de Atenas, si yo en la posición en que ... como creo, me pusieron los dioses para filosofar y poner a prueba tanto a los demás como a mí mismo, abandonar esa posición por miedo a la muerte o a cualquier otra cosa”.

Luego tomó la copa de la amarga cicuta y pronunció: “Ha llegado el tiempo de irse: yo hacia la muerte y ustedes hacia la vida. Nadie sabe a quien de nosotros le ha tocado la mejor parte excepto el Dios”

Podemos concluir que Sócrates todo lo que perseguía era la verdad, tan simple como eso, por eso le llaman el Filósofo de la verdad, El consideraba que el pensamiento correcto había de conducir a la conducta correcta. Sócrates vino como anillo al dedo a su época, vivió y criticó al mundo griego, la desorientación de la juventud y la profunda crisis del espíritu de éste pueblo.

Para dudas y comentarios:

valennon@hotmail.com

 

BIBLIOGRAFIA

Filosofía para principiantes

1997, Eduardo del Río

Editorial Grijalbo

Grandeza en la Historia

Año II No. 43

Philosophy

Downey City Library

2002